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De Virginia a París, asumiendo el reto del cambio climático

París está nuevamente en las noticias, pero afortunadamente esta vez no es a causa de un acto de terrorismo, sino por un propósito común de casi 200 naciones que asumen un gran reto. Ese desafío es el cambio climático. Una gran mayoría de científicos, las fuerzas armadas de Estados Unidos, Su Santidad el Papa Francisco, todos están de acuerdo en que el cambio climático es real y es causado principalmente por el uso de combustibles fósiles; y debemos solucionarlo.

En mi estado de Virginia, el cambio climático es un problema real, no uno distante. Las comunidades costeras ven el impacto del aumento del nivel del mar y las inundaciones frecuentes en sus vidas cotidianas: desde caminos inaccesibles en áreas inundadas, pasando por los elevados costos de los seguros contra inundaciones, hasta la vulnerada preparación de las instalaciones militares durante fenómenos meteorológicos extremos.

La base naval de Norfolk está ubicada en Virginia y es la base naval más grande del mundo. También es la base operacional de la flota del Atlántico de Estados Unidos, dónde se encuentran 59 barcos y se emplea a unos 67.000 militares y civiles. Según un análisis de la universidad Old Dominion, la calle principal de la ciudad de Norfolk, que llega a la base, estará bajo agua 2 a 3 horas cada día para el año 2040.

Nadie sabe exactamente cuánto o cuándo aumentará el nivel del mar, pero necesitamos considerar la gama de los posibles resultados. El Instituto de Ciencias Marinas de Virginia (Virginia Institute of Marine Science, en inglés) proyecta un aumento de medio metro a 2,13 metros en el nivel del mar en el año 2100. Si actuamos ahora y logramos que el nivel del mar se detenga en el punto más bajo posible, probablemente podremos lidiar con los nuestros retos. Pero si no actuamos y las estimaciones más altas se vuelven realidad, nuestra generación tendrá que rendir muchas cuentas.

El cambio climático está teniendo efectos más serios en otras partes del mundo. En el Ártico, el deshielo del permafrost significa que el carbono que había estado congelado por milenios está siendo liberado al aire, lo que amenaza con más daño, ya que causa contaminación de carbono que conduce a más deshielo del permafrost.

En el Medio Oriente, las sequías han perjudicado la agricultura, causando olas migratorias a centros urbanos que carecen de la infraestructura necesaria para lidiar con la llegada de tantas personas, empeorando así la inestabilidad política en países como Siria. En el sur del Pacífico, si el nivel del mar aumenta demasiado, algunos países insulares tendrán que evacuar toda su población.

Este mes en París los países no sólo hablarán de problemas; también estarán buscando soluciones. Más de 180 países –que producen casi el 90% de las emisiones de contaminación de carbono– ya se han comprometido a reducir emisiones. Eso incluye, por primera vez, a grandes contaminadores como la China y la India, que previamente se libraron de la responsabilidad por ser países en vías de desarrollo, pero ahora reconocen la necesidad de abordar el cambio climático aunque sigan desarrollando su economía.

Mientras tanto, en nuestro país, los pretextos de la inacción comienzan a evaporarse. Nos dijeron que reducir la contaminación de carbono en los Estados Unidos era inútil porque la China jamás aceptaría un plan de reducción de emisiones. Pues el año pasado lo aceptó.

Alguna vez escuchamos que sería imposible mejorar los estándares de eficiencia automotriz y que arruinaría nuestra economía; sin embargo, hoy los estadounidenses gastan menos en gasolina y la industria automotriz está mejorando. Y pese a todas las críticas al Plan de Energía Limpia del Presidente, una reducción de 32% en la contaminación de aire en 15 años seguramente es posible para la nación que logró llegar a la luna en la mitad del tiempo.

Por último, escuchamos que aún con un acuerdo en París, nuestros esfuerzos no serán suficientes, así que ¿para qué intentarlo? En mi opinión, eso es como argumentar que no debería hacer ejercicio si no puedo bajar todas las libras de más después de mi primer entrenamiento.

La clave es bajar la escalera de carbono peldaño a peldaño, alcanzar metas sensibles y realizables que tomen impulso y establezcan condiciones que otros puedan seguir, y que los países más innovadores vean los beneficios económicos de sus esfuerzos.

Jamás he aceptado la noción que debemos elegir entre el desarrollo económico y la protección del medio ambiente. Creo que las políticas públicas funcionan mejor cuando tratan al planeta y sus recursos no como un tesoro para ser explotado hasta que ya no rinda, sino como una responsabilidad sagrada cuya salud y conservación depende de cada generación.

Este mes en París, todos los países darán el paso más importante que hemos tomado como un pueblo mundial para heredarles a nuestros nietos y nietas un planeta más limpio. Tenemos que triunfar y juntos lo haremos.